¿Que hacer cuando el pasto es más verde en la casa del vecino? No te pongas verde de la envidia y ¡aprende a escapar de ella en Consejo Financiero!
En el portal midevocional.org leí un artículo que me pareció muy simpático que ilustra perfectamente el tema que vamos a tratar en este artículo: Dice que un campesino de una zona rural compartió con ellos la siguiente historia:
“Una de las vacas viejas de mi padre da buena leche, sin embargo puede parecer un tanto terca y hasta tonta en cierto sentido. Ella tiene todo el campo de la finca para alimentarse, y existen pastos verdes y sabrosos. Pero a menudo la veo estirando su cabeza a través de la cerca, tratando de comer los pastos del campo del vecino, sin importarle que tiene todo un terreno a su disposición, hermosos árboles que dan sombra, un refrescante chorro de agua, e incluso una fuente de sal. ¿Qué más puede pedir o necesitar ese animal?”
Bueno, pues muchos de nosotros podemos llegar a comportarnos como esa vaca, cuando pensamos que el pasto más verde está al otro lado de la cerca, es decir, cuando pensamos que los demás tienen un mejor matrimonio, más éxito profesional, una vida más feliz o atención: una vida financiera más próspera.
El problema está que al igual que la vaca de la historia, pensar que lo mejor está en otro lado o lo tiene el vecino, es tan sólo una percepción subjetiva, que nos lleva a vivir infelices con lo que somos y tenemos y en ese intento de alcanzar lo que nos falta, podemos terminar cometiendo errores muy dolorosos.
Sea que el pasto del vecino sea más verde o no que el nuestro, ¿qué debemos hacer?
Causas de la comparación
Bien, lo primero que debemos entender es porque solemos compararnos con otros. Conversando con la Doctora Angela Hernández quien estuvo con nosotros en el episodio # 36 de mi podcast, nos dijo que el permanente contraste es uno de los pilares en la construcción del conocimiento que tenemos como individuos. Por ejemplo, desde que somos bebes, a partir de los 12 a 18 meses de edad, ya tenemos la capacidad de reconocernos a nosotros mismos cuando nos vemos frente al espejo. En este punto de nuestra vida las palabras de amor y afirmación de nuestros padres son vitales en la construcción de nuestra identidad y autoestima.
A partir de ese momento nos hacemos conscientes de las personas que nos rodean sean hermanos u otros niños y viene el permanente contraste o comparación con los demás: por semejanza, es decir cuando encontramos niños parecidos a nosotros o por confrontación, cuando equivocadamente somos comparados por nuestros padres o figuras de autoridad con nuestros hermanos u otros niños que supuestamente son “mejores que nosotros”
Y en ese proceso, llegamos a nuestra adolescencia y a nuestra edad adulta construyendo una identidad y una autoestima, la cual va a estar fuertemente determinada por la formación que recibimos en casa y por la influencia que ejerce los demás entornos sociales en los que nos desenvolvemos, como nuestro grupo de amigos, la escuela, la universidad, el trabajo o la cultura de la ciudad o país en el que vivamos.
Cabe destacar que cuando recibimos una retroalimentación positiva por parte de figuras de autoridad acerca de quienes somos, crecemos con una autoestima sólida, haciendo de nosotros personas seguras de si mismas; Por supuesto, lo contrario sucede cuando hemos sido calificados o comparados negativamente, formando en nosotros personas inseguras sin una identidad definida.
¿Por qué te cuento todo esto? Porque cuando hemos crecido con inseguridades y una baja autoestima, sumado a un entorno como el de hoy, donde nuestra identidad está basada por lo que tenemos, es cuando empezamos a ver el pasto más verde al lado del vecino. Es decir, empezamos a sufrir por lo que tienen los demás y nosotros no.
Consecuencias de la comparación
Adentrándonos ya en el tema financiero ¿Qué consecuencias financieras puede tener esta forma de pensar? Básicamente hay dos:
La primera consecuencia es que no podemos valorar lo que ya tenemos, lo cual es muy triste. Muchas veces tendemos a ver el vaso medio vacío y no medio lleno. Tendemos a ver lo que nos falta y no lo que ya hemos alcanzado.
Por ejemplo, en esta sociedad de consumo es usual envidiar a un familiar o a un compañero de trabajo que se ha comprado un auto último modelo. Nos amargamos porque quizás tenemos un auto usado que no es tan bonito o elegante y terminamos no disfrutando el carro ni las cosas que ya tenemos.
Recuerdo que hace muchos años durante algún tiempo me amargué porque cuando trabajaba en un prestigioso banco, todos mis compañeros de oficina vivían al norte de la ciudad, es decir, vivían en los sectores más exclusivos de Bogotá, mientras yo vivía en un barrio de clase media. Te confieso que nunca invité alguno de ellos a mi casa porque me avergonzaba del sitio de la ciudad en el que vivía y como permanentemente me comparaba con ellos, no podía disfrutar el hecho de que al menos teníamos casa propia.
La segunda consecuencia de compararnos con los demás es que en el afán de tener lo que nos falta podemos caer en el uso de la deuda para obtenerlo. Endeudarse claramente es un camino fácil, pero que tiene consecuencias en nuestro futuro financiero, esclavizándonos a realizar pagos mensuales y por supuesto intereses, en la mayoría de los casos de por vida, pues la deuda se puede llegar a convertir en un estilo de vida.
Y eso mismo pasó conmigo. regresando a mi época en el banco, recuerdo haber tomado una flamante tarjeta de crédito con un cupo de casi 10,000 dólares, en la que empezó a crecer rápidamente una deuda, pues tenía la obligación de alcanzar el mismo estilo de vida de mis colegas y “encajar” en un círculo social de consumo y apariencias. ¿Lo más fácil? Tener una tarjeta de crédito para mantener mi status social. ¿Resultados? Terminar entregando una buena parte de mis ingresos al banco y pagar miles de dólares en intereses.
Solución al hábito de la comparación
Bien. Como ya te lo mencionaba, la sociedad de consumo define la valía de una persona por los bienes que posee. Este es un paradigma en el que vivimos todos los días y que si no tenemos clara nuestra identidad, terminamos por aceptar.
¿Cómo podemos dejar este hábito y empezar a ver nuestro pasto más verde? Aquí te van unos consejos.
En primer lugar, debemos trabajar en nuestra identidad. ¡Si! Cuando somos conscientes que los bienes materiales no nos definen como individuos, cesa toda obligación por competir con los demás.
Cuando entendí que mi valor como persona no dependía del carro que condujera, ni del lugar en que viviera, ni de los restaurantes elegantes que visitara sino de la adopción de principios correctos como la honestidad, la diligencia, el trabajo duro, la fe en Dios, el servicio a los demás entre muchos otros principios que a la larga formaron un carácter en mí, logré quitarme un peso de encima y dejar de envidiar lo que otros tenían y yo no.
Y no te estoy diciendo que no aspires a tener cosas mejores, te estoy diciendo que no bases tu identidad en los principios equivocados.
Mira: Cuando eres una persona segura de ti misma, no necesitas tener mejores cosas que el vecino, ni presumir de ello con los demás, ni en tus redes sociales, pues eso no te define como individuo.
En segundo lugar por favor: deja de compararte con los demás. Siempre habrán personas que tengan más que tú y siempre habrán personas que tengan menos que tú. Más bien disfruta lo que has alcanzado y dale gracias a Dios por lo que tienes.
Como te lo cuento en el episodio número 11 de mi Podcast donde te enseño a comprar carro inteligentemente, vivo feliz hace más de 15 años con mi fiel Mitsubishi Lancer modelo 97.
Muchas veces me han sugerido que cambie según “ese vejestorio” según algunas personas, por un auto más nuevo, un auto más acorde a mi status y a lo que hago. ¿Pero sabes qué? pues como ya no vivo de lo que piensen los demás, conservo dicho auto en excelentes condiciones, cuyos costos e impuestos son infinitamente inferiores a los de un auto nuevo. ¿resultado? Disfruto mucho el carro que tengo sin tener que pagar de más.
Asimismo te cuento que los celulares me duran un montón. Como sabes, soy fan de los productos Apple. Cuando he cambiado de celular ha sido porque los he extraviado o se han dañado definitivamente. Puedo decirte con autoridad que me he disfrutado cada IPhone al máximo. Podría comprarme el celular de moda, pero no veo sentido hacerlo.
Y en tercer y último lugar, en lugar de estar viendo el pasto del vecino, trabaja y ponte metas para crecer financieramente, no motivado en tener más que tu vecino, sino para darle una mejor calidad de vida a tu familia y como lo veíamos en el episodio número 60 de este podcast, poder dar con generosidad a otros.
Cuando trabajaba en el banco tuve un jefe que me enseñó algo muy sabio. Un día me dijo: Fernando, deje de ver las flores del jardín de su vecino, más bien concéntrese en trabajar en las suyas.
Y es cierto. Cuando trabajamos en nosotros mismos la competencia se vuelve con nosotros mismos. Y no hay nada más emocionante que superar nuestras propias marcas cada día.
Con los años y sin una motivación más que poder vivir más cerca de mi iglesia y establecerme allí cuando me casara, logré comprar un apartamento en un excelente lugar de la ciudad, el mismo lugar en el que hoy vivimos con mi esposa. Mi meta no fue competir con los demás, sino ponerme una meta a mi mismo.
Para concluir
Si algún día alguien llega y nos dice que el pasto es más verde en la casa del vecino ¡pues de corazón alegrémonos por él, pero no tendremos tiempo de averiguarlo, pues estaremos muy ocupados trabajando en el nuestro!
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